Con una estrella Michelin y dos Soles Repsol, e restaurante Magoga de Cartagena, reinterpreta las raíces murcianas con una propuesta sensible, local y sin artificios.
Hay lugares donde la cocina va más allá del plato. Lugares donde cada bocado es una forma de contar quién eres, de dónde vienes y qué es lo que realmente te importa. Magoga es ese sitio. Un restaurante con solo diez mesas y un reservado en el corazón de Cartagena, Murcia, donde cada detalle está pensado con mucho mimo. María Gómez y Adrián de Marcos han creado aquí algo más que un restaurante de alta cocina.
Magoga es una declaración de amor a la tierra, al recetario olvidado y al producto bien tratado. En este espacio íntimo, con una nueva zona de entrada y mesas bajas para la espera, puedes elegir entre tres formas de sentarte a la mesa: a la carta, un menú ejecutivo (60 €) o el menú degustación (120 €), con opción de maridaje (80 €). Acompaña una bodega con más de 750 vinos y uno de los carros de quesos más impresionantes de España.
Pero si hay algo que define a Magoga es su manera de mirar al origen. Y no como una moda, sino como una responsabilidad.
El campo y el mar son los 2 pilares de Magoga
La carta gira en torno a dos territorios que lo dicen todo: la huerta y el Mediterráneo. Las quisquillas, los atunes de El Gorguel, las ostras, las rayas, el rape… todo el pescado llega de la bahía. Y las carnes son igual de locales y singulares: cordero lechal del Parque de Calblanque, alimentado con halófilas, o el cerdo chato murciano, que estuvo a punto de desaparecer y cuya grasa guarda los sabores del higo seco y la algarroba.
A esto se suma una despensa de secano única: la Finca El Soto, con más de cien años, que sigue funcionando con agua de lluvia y donde crecen espárragos silvestres, almendros, hinojo o collejas. De ahí salen buena parte de los sabores que aparecen en el menú.
Platos con raíces y sin atajos
La cocina de Magoga no impresiona con florituras. Lo hace con respeto y oficio. Todo lo que hay en el plato tiene sentido.
El menú degustación arranca con una serie de snacks que son casi un guiño a sus comienzos: una ensaladilla caramelizada, un buñuelo de mar con guiso de mejillón, una royal de huevas de mújol con rábano picante, un bombón de hierbas de monte… y así hasta seis bocados.
Después llegan los pases más potentes: espárragos ecológicos con yema y cítricos, quisquilla con néctar de sus cabezas, cremoso de cebolla con anguila ahumada y bajocas, ostras con jugo de cordero, arroz de setas con erizo, y una kokotxa de atún con jugo de ternera y raíces.
El cordero de Calblanque es una de las joyas del menú. Lo asan en su propio jugo a baja temperatura y lo sirven con chirivía, en una combinación delicada, intensa y muy suya.
Un carro de quesos que merece viaje propio
Adrián de Marcos no solo lleva la sala con maestría, también ha construido una bodega que es un mundo en sí misma. Con más de 750 referencias nacionales e internacionales, la selección de vinos va de la mano del menú, sin eclipsarlo. Hay preferencia por los blancos, por los pequeños productores y por la sorpresa.
El maridaje de 10 vinos (80 €) es una manera de dejarse llevar sin miedo. Todo está medido, sin resultar rígido.
Y luego está el carro de quesos. Más de 40 variedades en rotación constante, con más de 220 a lo largo del año. Desde quesos locales hasta referencias internacionales, pasando por joyas como el Ruperto de San Javier. Un espectáculo aparte.
Carta de temporada
Aunque el menú degustación es la mejor puerta de entrada, la carta también tiene joyas que merece la pena probar. Ahora mismo se puede pedir un ravioli de rabo de toro con crema de foie y frambuesa, brócoli con bearnesa de setas, chato con hinojo silvestre, cochinillo con puré de apionabo y una tarta Pavlova que sigue siendo uno de los postres favoritos.
La cocina de María no es estática. Va cambiando, pero sin perder ese hilo invisible que la conecta con sus recuerdos y con su tierra.
Un restaurante tranquilo, íntimo y bien pensado
El espacio en el que se ubica Magoga también dice mucho. Ocupa la antigua plaza de la lonja de frutas y verduras de Cartagena, donde aún puede verse parte de la muralla.
Tras una reciente reforma, ahora hay solo diez mesas redondas, un reservado para ocho personas y una zona de entrada más informal con mesas bajas. Sin manteles, con mesas de piedra en tono cobre que recuerdan a las minas de la zona y a los colores del pasado romano.
Todo está cuidado pero sin excesos. Flores frescas, murales de peces y caña común, y una decoración sobria que deja hablar a lo importante: la comida.
Reservar mesa en el restaurante Magoga
- Dirección: Plaza del Dr. Vicente García Marcos, 5. Cartagena (Murcia)
- Teléfono: 96 850 96 78
- Horario: De martes a sábados de 13.30 a 15.30 horas y de 20.30 a 23.00 horas. Cierra lunes y domingos noche
- Precio medio de la carta: 50-60 € por persona
- Menú degustación: 120 € (sin bebidas); opción maridaje: 80 €
- Menú ejecutivo: 60 € (de lunes a viernes no festivos al mediodía)
- Página web: www.restaurantemagoga.com