Pharrell Williams transforma la pasarela de Louis Vuitton en un viaje sensorial por la India, con guiños al dandismo y una sastrería que reescribe las reglas del armario masculino.
La tarde del 24 de junio respiraba un calor suave frente al Centro Pompidou. Bajo un cielo que prometía lluvia y luz a la vez, Pharrell Williams recibió a los invitados con un tablero gigante de Serpientes y Escaleras pintado sobre la pasarela. Hacia los laterales, el bullicio de París quedaba a un paso, como si todo sucediera dentro de un paréntesis.
Studio Mumbai levantó una escenografía que olía a madera recién cortada y a polvo de ladrillo. Esa atmósfera calmada sirvió para que los 60 looks desvelaran el diálogo entre la sastrería india actual y el armario urbano. No hubo rigidez: las chaquetas flotaban sobre camisetas de punto y chalecos suaves, los pantalones caían en cascada hasta rozar las sandalias LV Flip, y los bolsos Speedy P9 viajaban en manos despreocupadas. Cada salida era un guiño a la idea de viaje mental —ese “expand the mind” que Louis Vuitton aplica desde el baúl original hasta el último zipper dorado— y fue imposible no pensar en una estación de tren al caer la tarde en Jaipur.
Los primeros looks lo confirmaron. Un abrigo púrpura, prácticamente líquido, se movía al ritmo de un fular dorado que asomaba en el cuello. Después apareció un doble botón chocolate que abrazaba una camisa de rayas celestes; el modelo llevaba un tote lacado de azul intenso, casi eléctrico. Más tarde, un blazer corto, tipo frac, acompañado de un pantalón negro muy ancho y un backpack Deportivo, cerró la serie de “dandis al sol” que el propio Pharrell ha convertido en firma.
La paleta jugó al despiste. El púrpura sustituyó al negro, los marrones recordaron al polvo de café y los degradados parecían obra del sol, no del tinte. Nada de tonos planos: cada tejido reaccionó distinto y ahí nació el encanto.
Los detalles mantuvieron la atención despierta. Gemas cosidas a mano en abrigos técnicos, ribetes de oro viejo en el denim marrón, hebillas con forma de rana sosteniendo cinturones de cadena y gafas LV Heritage que dejaban pasar la luz por la parte superior de la montura. Todo hablaba de suavidad extrema; incluso las botas de montaña IV Remix, pensadas para senderos rocosos, parecían invitadas a un cóctel.
Cuando la orquesta acompañada por Voices of Fire irrumpió con “Miracle Worker”, quedó claro que la colección no necesitaba estridencias para levantarse; bastaba una buena historia y un pulso que mezcla memoria y futuro en la misma puntada.
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