Un viaje al verano más sereno a través de tejidos que parecen aire, siluetas en suspensión y colores que huelen a tierra cálida y cielo abierto.
El sol filtrado entre los cristales del espacio elegido por Hermès en París no solo bañaba los tejidos, también parecía ralentizar los pasos, como si la primavera que propone Véronique Nichanian invitara a respirar más despacio. Cada uno de los 51 looks apareció en la pasarela como si viniera de un mundo atemporal, uno donde las líneas son nítidas, el aire es denso y los días transcurren sin prisa. Donde el verano se siente en la piel antes que en el calendario.
El arte de parecer ligero
Uno de los mayores logros de esta colección está en la materia. La técnica esconde la complejidad bajo una apariencia etérea: el cuero tramado dibuja hombros y costuras como si fuera gasa. Hay prendas que parecen hechas de aire, como las camisas caladas o los tops sin mangas en punto de lino y cachemir, que dejan pasar la luz con una naturalidad calculada. Nada es forzado, pero todo está minuciosamente trabajado.
Códigos nuevos con acento Hermès
Los cortes rectos y los pantalones de pinzas con cintura alta regresan, pero aquí encuentran nuevas proporciones: más amplias, más bajas, más suaves. Las chaquetas cruzadas en shantung y los trajes de lana arrugada no buscan imponerse, sino acompañar. Como el nuevo cuello pañuelo —más blando, más íntimo— o las sandalias de cuerda que estilizan sin marcar.
Y cuando el tejido es rígido, como en las parkas de madras impermeable o las sobrecamisas en lona spinnaker, lo es por una razón: para resistir, para viajar, para contar historias. Todo está pensado para el movimiento, incluso en las prendas más estructuradas.
Una paleta que huele a tierra y a cielo
Los tonos que recorren la colección son los de una ciudad en verano: kraft, caramelo, mastique, burdeos, vainilla, verde menta, gris elefante, cuerda. Todo se mueve entre la calidez de la arena y la frescura de una sombra bien trazada. El negro desaparece por completo. En su lugar, los grises de piedra aún caliente se apoderan de la noche, con camisas de sarga de seda o algodón y seda que brillan sin necesidad de reflejo.
Más allá de las normas
Hay algo en esta colección que invita a salirse del margen. Los rombos de cuero con flecos, los cinturones que no marcan la cintura pero sí el paso, los bolsos que parecen hechos para viajar sin destino. No se trata de romper las reglas, sino de moverse por los bordes. Como si Hermès quisiera recordarnos que el verdadero lujo es, también, tener espacio.