La colección primavera 2026 para hombre de Emporio Armani recupera símbolos culturales, tejidos vividos y siluetas relajadas que miran al futuro sin perder de vista el origen.
Mr. Giorgio Armani no ocupó la primera fila de su desfile, ni apareció al final del último look al comienzo de la pasarela, como solía hacer cada temporada desde hace casi cincuenta años. Esta vez, el diseñador se encontraba en proceso de recuperación en su casa. Aun así, su presencia se sintió en cada rincón del backstage a través de una pantalla. A las 19:03, preguntó por qué el espectáculo no había comenzado aún. En ese instante, la tensión se disipó y las luces se encendieron sobre la pasarela de Via Bergognone. Milán se quedó en silencio unos segundos, los suficientes para intuir que algo íntimo —y al mismo tiempo libre— estaba a punto de comenzar.
La nueva propuesta de Emporio Armani camina con paso relajado y firme. Las chaquetas se pegan al torso como si fueran camisas y los pantalones se ensanchan hasta rozar el suelo, forjando un movimiento casi líquido. Sobre la piel, el lino y el crepé cuentan historias de tacto rugoso; bajo los focos, las tintadas en frío descubren matices de arena, tierra rojiza y un violeta que se asoma tímido.
Cada salida conecta con señales de la cultura africana que han fascinado al diseñador desde siempre. Hay bordados que imitan tatuajes rituales, mosaicos que recuerdan zocos marroquíes y cordones que terminan en pequeñas cuentas de madera. Nada resulta decorativo: todo insiste en un deseo de pertenencia, en un orgullo de mostrarse tal cual.
Los accesorios hablan bajo pero claro. Gorras de rafia que cubren la mirada, collares con piezas toscas, bolsos de piel blanda que invitan a doblarse dentro de la mano. En los pies, zapatillas trenzadas y sandalias elevadas sujetan la silueta sin robarle ligereza.
La paleta se desliza de los tonos de duna hasta un verde olivar que oscurece las chaquetas de ante troquelado. Entre medias, un rojo desaturado salpica estampados de medallón y franjas oblicuas envueltas en flecos. Ese juego de colores diluidos, casi quemados por el sol, refuerza una sensación de memoria viva, de viaje pendiente.
Aunque las formas parezcan relajadas, la construcción no pierde el control. La batina con cinturón cruzado cae con precisión de bata de artista; el poncho de rayas, rematado por flecos, flota sin desorden. Es la misma ecuación que Armani domina desde 1975: confort más estructura menos rigidez.
El cierre llega con el modelo envuelto en un caftán geométrico y un abrigo largo de ante que se abre al caminar. Las cámaras capturan la pieza y, detrás de los móviles en alto, alguien comenta: “Armani sigue adelantado, incluso desde la pantalla”. La frase queda suspendida en el aire mientras la música se funde y el equipo vuelve a alzar el teléfono para mostrar la pasarela al diseñador.
Ayer, allá por la noche milanesa, Emporio Armani recordó a todos que explorar raíces no implica detener el paso. Mirar atrás, en su caso, ha servido para cargar de energía la próxima primavera.
Los mejores looks del desfile de Emporio Armani primavera 2026
