Texto: Jorge Fraguas
Eclecticismo glam con toques urbanos. Así es el hombre Simons para Prada
Muccia Prada sabe muy bien lo que hace. Sabe de moda, pero tal vez más aún de marketing y sabía que echar mano de uno de los enfants terribles de la moda, aunque ya pinte canas, iba a hacer, como poco, ruido. Y no ha fallado. Su desfile con Raf Simons –co-director creativo de la marca italiana- ya resuena en todos los medios, y no es para menos.
Con una puesta en escena con tintes glam, los guiños a los años 70 son constantes, con estampados retro que se combinan entre prendas y que desafían las combinaciones cromáticas razonables. Por momentos, el desfile recuerda a algunas de las propuestas más excéntricas de Gucci, porque si algo destaca en la oferta para el hombre de Prada es el estilismo, desde luego por encima de novedades en el patrón.
Simons no se sale del guion establecido desde hace ya unas cuantas temporadas y mantiene la línea de desdibujar la silueta masculina, sobre todo a través de una de las prendas por excelencia de los últimos años en las colecciones de otoño-invierno como es la bomber, que se tiñe de colores ácidos satinados como el fucsia para hacer del próximo invierno, cuando se prevé una mayor libertad de movimiento por las calles –que así sea-, un arcoíris que devuelva la ilusión por el street style, poniendo una nota de color a los días más grises.
Pero el tándem Simons-Prada no se limita a poner sobre los hombros prendas XXL, sino que suma a esta tendencia monos elásticos de tejidos cálidos y estampados geométricos que se adaptan al cuerpo como una segunda piel. Esto quizás pone de manifiesto que la propuesta pasa más por una declaración de intenciones que por el negocio en términos económicos porque difícilmente cualquiera se puede permitir un outfit de ese nivel si no se está en la línea de los modelos elegidos para el desfile, extremadamente delgados, aunque este es otro tema.
Los cuellos cisnes, en tonos lisos y estampados, se cubren con camisas de grandes picos, cardigans slim fit y jerséis cálidos, rematados por abrigos envolventes de colores como el rosa empolvado o parkas oversize con capucha.
No faltan los abrigos más estructurados para los amantes de la moda más conservadora en tonos clásicos como el negro y trajes en raya diplomática y tejidos fluidos para hacer de la versión del hombre más tradicional algo cómodo.
Y es que la escala cromática de Simons va del negro al beige pasando por todos y cada uno de los tonos del espectro cromático, con mostazas, amarillos, granates o azules –sobre todo en los detalles- como los grandes protagonistas, tanto en la versión lisa como en los estampados geométricos, una de las señas de identidad del hombre Prada del próximo invierno. Y que, incluso, sobresalen al pantalón en los bajos como una especie de puño a juego con las prendas superiores.
Pero como sucede con casi todas las grandes marcas, por mucho que su apellido sea Prada, son los complementos los que siguen nutriendo de fondos al business, de ahí que bolsos, gafas, zapatos y guantes cobren especial relevancia.
Las gafas se adaptan a cualquier estilo con diseños más o menos convencionales, mientras que los bolsos se conciben como un accesorio útil donde, a juzgar por el tamaño, poder incluir todo aquello que se pueda necesitar a lo largo del día. Para las pequeñas urgencias, ahí están los guantes, en tonos fuertes como el naranja o el rosa, que aportan un servicio extra aparte de resguardar del frío con diminutos accesorios tipo monedero, que ya hemos visto formando parte de las botas de esta temporada.
Los zapatos no se rinden a los tonos tradicionales y, sin demasiadas estridencias en este caso, abarcan diversos colores como el verde o el granate. Diseños inspirados en el clásico blucher pero, como viene siendo habitual en Prada, elevando unos centímetros la altura de su portador y añadiendo un toque de destellos con el acabado acharolado, que brilla al igual que los botones metálicos y en gran formato que rematan los abrigos más oscuros a modo de detalle.
Simons lo ha vuelto a hacer y, de nuevo, sus propuestas resuenan y elevan el nivel. Si ya lo hizo con otras firmas, ahora, como co-director creativo de Prada, ha dejado claro que sabe renovarse y, sobre todo, adaptarse, algo de casi obligado cumplimiento en un sector tan voluble como el de la moda, donde las señas de identidad se ven forzadas a diluirse en pro de la tendencia, del gusto del consumidor y, sobre todo, de la competencia voraz del mercado low cost.