Un tratamiento mensual puede ayudar a no solo vivir más años, sino a mantener una buena salud y vigor hasta la vejez, según un extraordinario estudio llevado a cabo en ratones.
Todo el mundo quiere vivir hasta una edad avanzada, pero nadie llegar a ella con un aspecto decrépito y una salud menguada. Ahora, investigadores de la Universidad de Connecticut, en Estados Unidos, han desarrollado un tratamiento que podría prolongar la vida, y el vigor, hasta la hora de decir adiós a este mundo.
Somos una especie que hemos ido robando tiempo a la muerte a lo largo de la evolución. En la prehistoria, la esperanza de vida era muy baja, generalmente entre veinte y treinta años, debido principalmente a las enfermedades infecciosas, la desnutrición y las lesiones traumáticas.
Más tarde, en civilizaciones como la egipcia, la griega y la romana, la esperanza de vida no mejoró significativamente y se mantuvo alrededor de los treinta años. Las altas tasas de mortalidad infantil y las enfermedades contagiosas continuaban siendo factores importantes que se cobraban vidas a tutiplén.
Con la revolución industrial, aumentó la esperanza de vida en los humanos
No fue hasta la Revolución Industrial cuando la expectativa de vida empezó a aumentar de manera más significativa, debido a los avances en la medicina, la vacunación, la higiene pública y las mejoras en la nutrición. Sin embargo, la vida urbana y las condiciones laborales duras en las fábricas eran un freno para poner más velas en las tartas de cumpleaños.
Factores como la introducción de los antibióticos, las mejores prácticas de higiene y las políticas de salud pública jugaron un papel crucial para que la esperanza de vida en la primera mitad del siglo XX se situara entre los cincuenta y sesenta años. Y con los progresos en la medicina moderna, las políticas de salud pública, la mejora de la calidad de vida y la educación, la esperanza de vida en muchos países desarrollados superó los setenta años en la segunda mitad del siglo pasado.
Hoy, las personas viven más tiempo que nunca en la historia de la humanidad. La mayor parte de la población mundial tiene una esperanza de vida igual o superior a los sesenta años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y en países desarrollados como España, la gente vive por término medio ¡84 años!
Muchas personas sufren durante la vejez un grave deterioro de la salud
A pesar de que la esperanza de vida humana se ha alargado en las últimas décadas, la mayoría de las personas sufre durante la vejez un grave deterioro de la salud, al menos en lo que respecta a los últimos diez años de vida, que merma el bienestar. Este rápido e implacable deterioro puede comenzar con enfermedades crónicas como el cáncer, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, seguidas de la fragilidad física y mental.
Muchas intervenciones médicas son capaces de prolongar la vida, sí, pero no necesariamente van asociadas a una salud espléndida. Y nadie quiere pasar los últimos años de una vida extralarga con achaques, dolores, hospitalizaciones, hipermedicación, deterioro cognitivo grave y movilidad reducida.
Pero ese frágil declive puede que no sea inevitable. En el número del 6 de agosto de la revista Cell Metabolism, el gerontólogo Ming Xu, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Connecticut (EE. UU.), describe cómo un grupo de ratones vivió un 9 % más cuando recibió unos tratamientos específicos, mes a mes.
Logran alargar 79 días la vida de ratones y con una salud de hierro
Xu y sus colegas lograron extender la vida de los animales tratados 79 días, un tiempo extra nada desdeñable en el mundo de los roedores. Pero lo sorprendente del experimento no fue solo que los ratones vivieran más, sino que podían andar más deprisa y agarrar objetos con más fuerza que los ratones no intervenidos de la misma edad.
En los seres humanos, la disminución de la velocidad de la marcha y el debilitamiento de la fuerza de agarre están estrechamente correlacionados con una mayor fragilidad general de la salud. Los ratones sometidos a terapia conservaron su fuerza y velocidad de marcha durante todo el periodo del tratamiento, hasta el final de sus vidas.
La investigación es especialmente significativa por el meticuloso trabajo de medición y registro que requiere este tipo de investigaciones biomédicas. En efecto, la mayoría de los experimentos en ratones sobre salud y longevidad eligen un punto final determinado en el tiempo, que está en dieciocho o veinticuatro meses, y miden el efecto del tratamiento en ese punto final concreto.
Algunos ratones llegaron a vivir un tiempo récord de 43 meses
Pero Xu y sus colegas, junto con los estudiantes de posdoctorado Binsheng Wang y Lichao Wang, registraron mensualmente la salud, la fuerza de agarre y la velocidad de la marcha de los ratones, además de otros parámetros fisiológicos, desde que tenían veinte meses —el equivalente a una persona de sesenta años— hasta su muerte.
Algunos de los ratones que participaron en el ensayo llegaron a vivir el tiempo récord de 43 meses. De este modo, el equipo de Xu pudo evaluar la función física y los cambios generales en la salud de cada roedor a lo largo de todo el periodo de tratamiento.
Dado que cada animal murió a una edad diferente, este método también permite a los investigadores chequear el estado de salud en el periodo previo al fallecimiento, que suele representar la etapa más delicada y menos salutífera de la vida.
Un hito en el campo del envejecimiento
Y lo que es aún más emocionante, Xu y sus colegas descubrieron que, aunque los ratones tratados eran más viejos en el momento de la muerte, su función física y su fragilidad general eran mejores que las de los animales de control durante su última etapa de existencia.
«Estamos muy entusiasmados con este hallazgo, porque demuestra que no solo prolongamos la vida, sino que la alargamos con buena salud en los ratones, lo cual es un objetivo clave en el campo del envejecimiento», afirma Xu en la nota de prensa emitida por la Universidad de Connecticut.
Los investigadores utilizaron dos grupos de ratones. Un grupo recibió los tratamientos mensuales para eliminar de sus tejidos las denominadas células altamente inflamatorias; y el otro grupo, el de control, no lo recibió.
Una terapia para alargar la vida dirigida contra las células altamente inflamatorias
Las células altamente inflamatorias se definieron como aquellas que expresaban activamente un gen específico, el p21. También conocido como CDKN1A, este gen es un regulador importante del ciclo celular y juega además un papel crítico en la respuesta celular al daño del ADN.
La proteína p21 inhibe la actividad de las quinasas dependientes de ciclina (CDK), enzimas que regulan el correcto desarrollo del ciclo celular. Esta interrupción conduce a la detención del ciclo celular en la fase G1 o G2, o sea, al principio o casi el final de la mitosis.
El parón bioquímico permite a la célula, o bien reparar los posibles daños en el ADN antes de que se reanude la división celular, o bien iniciar un proceso de apoptosis o muerte celular programada, si el desaguisado en la molécula de la vida es irreparable.
El gen p21, clave en la actividad combativa de las células del sistema inmunológico
Los científicos saben que en los macrófagos —un tipo de célula del sistema inmune—, el gen p21 puede regular la respuesta inflamatoria; su pérdida ha sido asociada con una respuesta inflamatoria aumentada, ya que el gen p21 tiene la capacidad de inhibir la producción de citoquinas proinflamatorias.
Por su parte, la expresión del p21 en las células T, también pertenecientes al sistema de defensa, puede influir en su proliferación y función durante la respuesta inmune; y en el caso de los neutrófilos, el citado gen juega un papel destacado en la regulación de la apoptosis. Así es, limita la duración de la inflamación al promover la muerte celular programada de estas células defensivas una vez que han cumplido su función.
Pues bien, el equipo de Xu, que también incluye investigadores de la Universidad de Texas, del Cedars-Sinai Medical Center, del Laboratorio Jackson de Medicina Genómica y de la Facultad de Odontología del Centro Médico de la Universidad de Nebraska, descubrió que los tratamientos mensuales extendían tanto la vida útil máxima de los ratones como la vida promedio.
«En este trabajo se demuestra que la eliminación mensual, a partir de los veinte meses, de un pequeño número de células que expresan el gen p21 en alto grado, mejora las funciones cardiaca y metabólica y prolonga la esperanza de vida media y máxima de los ratones», afirman los investigadores en Cell Metabolism.
El resultado de la terapia en ratones equivale a alargar la vida humana hasta los 130 años
También nos recuerdan que estas células p21 se acumulan en varios tejidos de manos del envejecimiento y que su eliminación o aclarado intermitente reduce la inflamación y alivia las firmas transcriptómicas relacionadas con la senescencia de varios tejidos. Una firma transcriptómica es, dicho de forma sencilla, un conjunto de genes cuya expresión —léase, actividad— es alterada de forma característica bajo ciertas condiciones biológicas o patológicas específicas.
Hay que decir que los ratones tratados más longevos lograban vivir hasta los 43 meses de edad, lo que equivale a unos 130 años en el ser humano. Por término medio, los ratones sometidos a esta innovadora terapia inmunológica vivían más años y más saludables para envidia de los roedores de control.
«Y lo que es más importante, al evaluar mensualmente la salud y la función física de estos ratones hasta su muerte, demostramos que la eliminación de las células p21 mejora la función física en todas las etapas restantes de la vida, lo que sugiere una prolongación de la media de años vividos —dicen los autores del trabajo.
Una diana terapéutica conta el deterioro senil
En palabras de Xu, «estos resultados demuestran la viabilidad de la prolongación de la esperanza de vida en ratones e indican que las células p21 son una diana terapéutica para lograr un envejecimiento saludable». Xu y sus colegas ahora están trabajando en la forma de trasladar sus resultados a los seres humanos. Si el tratamiento funcionara tan bien en nuestra especie, equivaldría de ocho a diez años adicionales de vejez saludable.