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¿Eres de los que come rápido para aprovechar el tiempo? Un nuevo estudio descubre que afecta negativamente a tu peso ¡y a tu salud mental!

hombre comiéndose una hamburguesa solo en un restaurante de carretera típico americano hombre comiéndose una hamburguesa solo en un restaurante de carretera típico americano

Un nuevo estudio publicado en Nutrients revela que tragar la comida casi sin masticar está estrechamente relacionado con problemas de salud mental en adolescentes y jóvenes adultos.

Masticar despacio siempre ha sido un consejo recurrente para evitar problemas digestivos y mantener un peso saludable. Sin embargo, un nuevo estudio científico publicado en la revista Nutrients añade un ángulo inesperado: comer demasiado rápido también afecta negativamente a nuestra salud mental.

La investigación, realizada en Japón con más de un centenar de jóvenes de entre 12 y 24 años, demuestra que tragar los alimentos con pocas masticaciones está vinculado a un mayor riesgo de ansiedad, depresión y dificultades emocionales.

Comer rápido y salud mental: la relación inesperada

El equipo de investigadores de la Universidad de Nagasaki y la Kyushu Dental University utilizó un método muy preciso: midieron el llamado “umbral de deglución”, es decir, el punto en el que una persona decide tragar un alimento. Los participantes que tragaban con menos masticaciones obtuvieron peores resultados en el cuestionario GHQ-12, un test internacional que mide el bienestar psicológico.

Los datos son contundentes: quienes masticaban menos tenían ocho veces más probabilidades de presentar síntomas de mala salud mental. Además, en este grupo era más común no realizar actividad física y dormir mal, dos factores que también contribuyen a la inestabilidad emocional.

Qué significa para los adolescentes y jóvenes adultos

El hallazgo es especialmente preocupante en edades tempranas. Los investigadores advierten que los hábitos adquiridos en la adolescencia y la juventud suelen mantenerse a lo largo de la vida. Si un joven se acostumbra a comer rápido o a comer de forma impulsiva, no solo se expone a la obesidad o a la diabetes, sino también a desarrollar patrones emocionales negativos.

El estudio sugiere que detrás de la prisa al comer puede haber un trasfondo psicológico. Estrés, nerviosismo o incluso baja autoestima podrían empujar a engullir la comida sin dedicarle tiempo. Y al mismo tiempo, este hábito refuerza el círculo vicioso de la ansiedad y la falta de control.

El papel del sueño y los hábitos de vida

Otro de los puntos destacados es la relación entre comer rápido y la calidad del sueño. Los participantes que dormían mal también tendían a masticar menos y a tragar antes. De igual forma, quienes no practicaban ejercicio físico mostraban peores resultados en el umbral de deglución.

Esto lleva a una conclusión clara: la velocidad al comer es un reflejo de un estilo de vida más amplio, en el que se combinan el cansancio, la falta de movimiento y la presión emocional.

Un nuevo enfoque para escuelas y clínicas

Los autores del estudio van más allá y lanzan una recomendación: incluir la evaluación de la velocidad al comer en las revisiones médicas y psicológicas de adolescentes y jóvenes. Una pauta tan simple como observar cuántas veces mastican antes de tragar podría servir como señal de alerta temprana de problemas emocionales.

Incorporar esta evaluación en colegios y consultas médicas ayudaría a identificar a tiempo a los jóvenes en riesgo y a trabajar con ellos en estrategias sencillas: comer más despacio, mejorar la calidad del sueño y fomentar el ejercicio físico.

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