Desde 2017, Tatel Ibiza juega en la liga de los imprescindibles de la isla. Nació con ADN de grupo global —la casa Tatel suma sedes en Madrid, Riyadh, Valencia, Dubái y Marbella, además de su dirección ibicenca— y un reclamo claro: cocina mediterránea de producto, coctelería con sello propio y noches con música en directo que alargan la sobremesa sin mirar el reloj.
El perfil es conocido: socios e impulsores de primer nivel —Rafa Nadal, Enrique Iglesias, Pau Gasol y Cristiano Ronaldo han apoyado el proyecto— y una clientela que mezcla vacaciones, negocios y ganas de celebrar. No es raro ver por sus mesas a deportistas y artistas de paso por la isla; este verano, incluso el futbolista Rodrygo Goes dejó constancia de su visita.
¿El escenario? A pie de Mediterráneo, en plena Playa d’en Bossa, en la planta baja del Hard Rock Hotel: terraza amplia, sala con guiños a los años 20 y una programación diaria que da ritmo a la noche. Si buscas ese lugar donde cenar bien y quedarte después, aquí se entiende el “ven a por el arroz y quédate por la música”.
En Ibiza, su propuesta se despliega frente al mar, con una carta que combina recetas clásicas españolas, producto local y presentaciones que invitan a compartir.
De la barra a la mesa: el sello Tatel
La carta de Tatel Ibiza es una celebración del producto bien tratado. La sección de entrantes es una declaración de intenciones: desde el Caviar Oscietra, en versiones de 10 o 30 gramos, hasta el Tartar de atún rojo con Caviar Oscietra y emulsión de encurtidos, que combina frescura y un punto salino que se queda en la memoria. Los amantes del marisco tienen una parada obligada en el Aguacate aliñado con carabinero al ajillo, mientras que quienes buscan algo más castizo pueden apostar por las Croquetas de jamón ibérico o la Tortilla trufada, uno de los emblemas de la casa.
Si prefieres abrir la comida con un guiño más viajero, el Carpaccio ligeramente braseado de Wagyu con foie, trufa y ajo negro o el Ceviche de corvina clásico con chips de plátano son aciertos seguros.
Arroces y pastas que se quedan en la memoria
En un restaurante a pie de Mediterráneo, los arroces tienen un papel protagonista. El Arroz con carabineros, servido para un mínimo de dos comensales, llega con un caldo intenso y el marisco en su punto justo. La Paella de langosta de las aguas de Ibiza es otro imprescindible para los días especiales.
La pasta no se queda atrás: el Spaguettoni al limone con tartar de gamba roja de Ibiza y lingote de caviar es pura delicadeza, mientras que “La Pasta” con bogavante y caviar representa ese lado más lujoso que Tatel maneja con naturalidad.
Del mar y de la tierra
En el apartado de pescados, el Bacalao negro marinado en miso aporta un toque oriental sin perder la esencia mediterránea. El Lomo de atún rojo al Josper es potente y jugoso, perfecto para quienes buscan sabor sin disfraces.
Para los carnívoros, el Solomillo madurado y el Cowboy Steak Jersey son apuestas firmes. La Milanesa de ternera con huevo poché y trufa es uno de esos platos que llaman a compartir, mientras que el Chuletón de Black Angus Nebraska, servido por kilo, es para mesas con buen apetito y ganas de celebrar.
Guarniciones con sello propio
Las guarniciones en Tatel Ibiza no son un añadido cualquiera. Las Patatas Tatel con parmesano y trufa son casi tan populares como algunos platos principales, y el Puré de patatas trufado o los Espárragos al grill aportan frescura y contraste.
Dulces que cierran por todo lo alto
La carta de postres mantiene el nivel. La famosa Tarta de queso de Tatel es un clásico que ha viajado con la marca a todas sus sedes. La Tarta BRUTAL de chocolate hace honor a su nombre, intensa y golosa, mientras que la Tarta de manzana Tatel y la Degustación de postres son perfectas para terminar en grupo.
Para los más golosos, los Tatel Churros con trilogía de chocolates son un guiño divertido a la tradición.
Coctelería y sobremesa: el otro fuerte de Tatel Ibiza
No todo termina con el postre. Tatel Ibiza es también una barra de altura, donde conviven los cócteles clásicos con creaciones propias inspiradas en las barras clandestinas de los años 20. La música en directo diaria y los amplios lounges invitan a quedarse, charlar y alargar la sobremesa frente al mar.