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Esto es lo que tiene el menú degustación de La Gaia que lo hace tan difícil de olvidar

Plato del menú del restaurante La Gaia en Ibiza, elaborado por el chef Óscar Molina Plato del menú del restaurante La Gaia en Ibiza, elaborado por el chef Óscar Molina
Óscar Molina juega con las texturas, el producto local y una estética cuidada que dialoga con la vajilla artesanal.

El restaurante La Gaia propone un recorrido por los sabores de la isla a través del menú Illa, la propuesta más personal del chef Óscar Molina.

Pocas veces un restaurante con una estrella Michelin y dos soles Repsol consigue que lo técnico pase a un segundo plano. En La Gaia, lo que importa no es la perfección del emplatado ni la etiqueta de “alta cocina”, sino la historia que hay detrás de cada bocado. Desde el Ibiza Gran Hotel, el chef Óscar Molina ha consolidado un proyecto que mira a la isla con afecto, respeto y conocimiento. Lo suyo es una cocina de autor con raíces mediterráneas y producto local, que se expresa con claridad a través de una carta breve y dos menús degustación: el “Horitzó” y el “Illa”, ambos por 185 €.

Su menú Illa es un recorrido por las creaciones más emblemáticas de Molina. Platos que ya forman parte del imaginario gourmet de quienes han comido alguna vez aquí. Es su menú más maduro, más suyo, más reconocible… y es así:

Aperitivos que abren la conversación

Todo empieza con un par de bocados que llegan sin previo aviso: tomate encurtido con caviar y un mole de quinoa y cacao. En ese orden. El primero es fresco, salino, limpio. El segundo es todo lo contrario: untuoso, profundo, inesperado. El juego de contrastes funciona como carta de presentación. Aquí se viene a comer sin mapa.

Aperitivos del menú Illa del restaurante La Gaia en Ibiza
Mole, quinoa y cacao: la secuencia de aperitivos abre el menú Illa.

La mesa del chef: antesala del menú

La cosa se pone seria con los aperitivos de la mesa del chef: mousse de carabinero, y leche de cabra con pistacho y miel. El primero tiene un sabor reconocible pero afinado; el segundo, mucho más delicado, juega con las texturas y el dulzor. Es un plato silencioso, de esos que no necesitan levantar la voz para dejar huella.

El corazón del menú Illa

El menú empieza a coger ritmo con platos que, sin esconder sus raíces, muestran una evolución técnica clara. La ensalada de crostes con “peix sec” es un guiño directo a la tradición ibicenca, con matices de umami y una textura que no se disuelve, se recuerda. El ramen vegetariano sorprende por lo que es y por lo que no necesita: no hay carne, pero sí fondo, cuerpo y temperatura.

Ostra Daniel Sorlut con beurre blanc del restaurante La Gaia
La ostra Daniel Sorlut, servida con beurre blanc, se convierte en uno de los bocados más memorables del menú: untuosa, salina y perfectamente afinada.

La ostra Daniel Sorlut con beurre blanc es uno de los platos más celebrados de la casa. Elegante, sí, pero sin perder lo marino. Le sigue el atún toro con coliflor, hibiscus y mostaza, de corte más internacional, donde cada elemento tiene sentido en la mezcla y la secuencia.

De la tierra al fuego

La remolacha en escabeche y la trilogía de cerdo funcionan como una bisagra. La primera limpia, la segunda reconforta. El tramo más sabroso llega con el trío formado por la cochinita pibil, el arroz de matanzas y la emulsión de huesos. Son platos que hablan del fuego, de la grasa bien entendida, del sabor directo. Y todo sin resultar pesados.

Sala principal del restaurante La Gaia en Ibiza Gran Hotel
La sala de La Gaia respira calma y elegancia. Líneas suaves, arcos de inspiración mediterránea y mesas vestidas para rendir homenaje al producto.

La langosta con huevo y patatas es una revisión de un clásico que aquí se presenta con pausa, con mimo, con una ejecución impecable. Y la chuleta de cordero al Josper con ají rocoto llega como un cierre potente antes del dulce. Carne tierna, punto exacto y ese picante que levanta el ánimo justo cuando hace falta.

Final dulce y bien medido

En el apartado de dulces, el menú acierta con su ritmo. Primero, fruta exótica muy fría (coco, papaya y maracuyá), un bocado refrescante que funciona casi como digestivo. Después, el helado de café y yema, mucho más goloso, con una textura suave que se agradece tras la intensidad de los platos principales.

Y para terminar, la caja dulce, ese desfile final que pone el broche con variedad y ligereza: desde un mini flaó ibicenco a un macaron de crema de limón, pasando por un bombón de monte, un polvorón de pistacho o una pequeña fruta de Niza. Piezas que no buscan protagonismo, pero sí redondear el recuerdo.

Podríamos concluir diciendo que el menú Illa es (algo así…) comi una vuelta a casa. Una recopilación de sabores que ya forman parte del lenguaje del restaurante La Gaia, pero también de quienes han entendido que Ibiza no solo se baila, también se come. Aquí no se trata de inventar nada nuevo, sino de volver a mirar con atención lo que ya estaba. Y Óscar Molina lo hace sin necesidad de alardes, con la calma de quien sabe bien lo que está haciendo.

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