Hace unos días, Mercedes presentó su nuevo modelo: el GLC completamente eléctrico. Más allá de un diseño algo controversial, el mayor foco de debate está en el interior del coche.
La marca alemana ha apostado por instalar una pantalla que recorre todo el salpicadero, bautizada como MBUX Hyperscreen, una evolución del sistema de triple pantalla que ya conocíamos en los EQS y EQE. Desde ella se puede controlar absolutamente todo: calefacción, CarPlay, sistemas de seguridad y hasta los parámetros más básicos de conducción. Mercedes lo ha dejado claro: esta tecnología ha llegado para quedarse y formará parte de los futuros modelos de la casa.
Sin embargo, la decisión llega en un momento en el que muchos conductores empiezan a reclamar el regreso de los botones físicos. Mercedes ha respondido incorporando algunos en el volante, pero siendo realistas, más allá de los intermitentes y los mandos del propio volante, el resto de funciones dependen de esta gigantesca pantalla.
La marca defiende que este paso busca situarlos a la vanguardia tecnológica, aunque no deja de ser arriesgado: si la pantalla falla, el coche prácticamente queda inutilizado. La pregunta es inevitable: ¿apostarías por un coche que depende tanto de una pantalla?
Un SUV eléctrico que marca el futuro de Mercedes
El GLC ha sido durante años el modelo más vendido de Mercedes-Benz en todo el mundo. Ahora, su versión eléctrica llega con el objetivo de marcar un punto de inflexión. Estará disponible en el primer semestre de 2026 y lo hará con cifras prometedoras: un consumo combinado de entre 14,9 y 18,8 kWh/100 km y cero emisiones de CO₂.
A nivel de diseño, mantiene las proporciones clásicas de un SUV de la marca, pero con una parrilla rediseñada que estrena identidad. La silueta musculada, los pasos de rueda marcados y el techo panorámico estrellado SKY CONTROL refuerzan la sensación de modernidad. En el interior, el espacio se ha ampliado: más centímetros para piernas y cabeza, tanto delante como detrás, además de un maletero de hasta 570 litros, que se extiende hasta los 1.740 con los asientos abatidos.
La tecnología como punto de partida
La tecnología quiere ser la gran protagonista. El GLC estrena el sistema operativo MB.OS, un “supercerebro” basado en inteligencia artificial capaz de aprender de las preferencias del conductor, adaptarse a las condiciones de la carretera y actualizarse en remoto gracias a la conexión directa con la nube de Mercedes-Benz. Este software controla desde el infoentretenimiento hasta los sistemas de asistencia, integrando datos de diez cámaras externas, cinco radares y doce sensores ultrasónicos.
Otro punto fuerte es la experiencia de carga. El nuevo sistema de 800 voltios permite recuperar hasta 303 kilómetros de autonomía en solo diez minutos. Además, el coche admite carga bidireccional, lo que significa que puede devolver energía a la red o alimentar una vivienda. La autonomía máxima anunciada alcanza los 713 kilómetros en la versión GLC 400 4MATIC, con una potencia de 360 kW.
En materia de confort, hereda soluciones de la Clase S, como la suspensión neumática AIRMATIC y la dirección en el eje trasero con un ángulo de giro de 4,5 grados. Esto se traduce en una conducción suave y al mismo tiempo ágil para un SUV de este tamaño.
Y ahí queda la gran pregunta: ¿será este GLC eléctrico el coche que defina el futuro de la marca o quedará marcado por la dependencia excesiva de una pantalla?