Ford recupera un nombre mítico para darle vida a un SUV eléctrico que busca reconciliar a los nostálgicos del pasado con los conductores del futuro.
Pocos nombres en la historia de Ford despiertan tantas emociones como el Capri. Aquel coupé que nació en 1969 y marcó una época de juventud, libertad y diseño europeo vuelve ahora, más de medio siglo después, convertido en algo completamente distinto: un SUV eléctrico de 4,6 metros que abandona el rugido del motor por el silencio de la electrificación.
La marca americana no es nueva en esto de resucitar leyendas —ya lo hizo con el Mustang Mach-E—, pero con el Capri el reto era aún mayor. Y aunque los puristas lo vean como una herejía, lo cierto es que Ford ha logrado reinterpretar su espíritu en clave moderna: un coche práctico, muy cuidado y con un toque deportivo que no pretende copiar al original, sino actualizar su ADN para un nuevo tipo de conductor.
Durante nuestra prueba de conducción por carretera y ciudad, el nuevo Capri dejó claro que Ford ha apostado por algo más que un simple ejercicio de nostalgia.
En marcha: suavidad, precisión y equilibrio
Ford no ha querido reinventar la rueda. Bajo el capó (eléctrico) encontramos la plataforma MEB del Grupo Volkswagen, con ajustes propios de la marca. La versión Extended Range RWD ofrece 282 CV y acelera de 0 a 100 km/h en 6,4 segundos, mientras que la AWD sube hasta 335 CV y recorta la cifra a 5,3 segundos.
En la práctica, el Capri se siente más cuidado que rápido. La entrega de potencia es progresiva, sin sobresaltos, y el silencio del motor convierte los trayectos urbanos en un paseo agradable. La suspensión —más firme que la de sus primos alemanes— filtra bien los baches sin resultar seca, y mantiene el coche estable en curvas rápidas.
La dirección, eso sí, podría transmitir algo más de información. En modo Sport gana peso, pero sigue siendo ligera. No busca ser un coche divertido, sino cómodo, predecible y eficiente. Y en eso cumple con nota.
Autonomía y carga: números que convencen
Probamos la versión AWD con la batería grande de 79 kWh, y el consumo medio rondó los 20,7 kWh/100 km, equivalente a unos 400 km reales de autonomía en condiciones normales. Ford declara hasta 627 km en el modelo RWD, una cifra optimista pero cercana a lo que puede lograrse en conducción relajada.
En cuanto a la carga, el Capri admite hasta 185 kW de potencia, lo que permite recuperar del 10 al 80 % en apenas 26 minutos. La bomba de calor, sin embargo, sigue siendo opcional —un detalle que se echa en falta en un coche de este precio—.
Son cifras sólidas, aunque no revolucionarias. Pero lo importante es que la gestión energética es coherente y fácil de entender para cualquier conductor que se adentra por primera vez en la movilidad eléctrica.
En carretera: donde el Capri encuentra su ritmo
En autopista, el nuevo Capri transmite esa sensación de coche maduro. La suspensión firme ayuda a mantener la estabilidad y el aislamiento acústico está bien logrado, incluso con las llantas opcionales de 21 pulgadas. No hay ruidos eléctricos ni vibraciones. Solo un rumor de rodadura que recuerda que estás sobre más de dos toneladas de tecnología.
A ritmo constante, el coche se siente equilibrado. La respuesta del acelerador es inmediata y la frenada regenerativa, aunque limitada a dos modos, actúa de forma natural. En carreteras secundarias, el chasis aguanta bien los cambios de apoyo y la carrocería apenas se inclina. No emociona, pero inspira confianza, y eso también tiene su mérito.
Veredicto: un regreso que encuentra su sitio
El Ford Capri 2025 no intenta ser una copia del pasado, sino una reinterpretación sensata de nuestro tiempo. No tiene la personalidad del clásico ni la deportividad que muchos esperaban, pero sí ofrece una conducción muy bien definida, un interior espacioso y una autonomía que evita sobresaltos…
Durante los días que lo tuvimos, el coche demostró ser un compañero silencioso, bien construido y más equilibrado de lo que aparenta.
Ford ha resucitado un nombre que genera emociones encontradas, y quizás esa sea su mayor victoria: lograr que todos vuelvan a hablar del Capri. Puede que no sea el coche que los nostálgicos soñaban, pero sí el que Ford necesitaba para seguir escribiendo su historia eléctrica.