Treinta años después, Roger Dubuis recupera sus primeros calibres en una creación que une memoria, artesanía y belleza mecánica.
Desde su fundación en 1995, Roger Dubuis -propiedad del grupo de lujo suizo Richemont- ha seguido un camino propio de quienes no tienen miedo a romper moldes. Su creador, el señor Roger Dubuis, fue un relojero tan técnico como apasionado. Obsesionado por la perfección y la creatividad, soñó con una manufactura capaz de unir la tradición más pura con una energía, podríamos decir… casi irreverente.
Y es que, a día de hoy, la marca sigue fiel a esa promesa. Si nos acercamos a sus talleres de Ginebra (una oportunidad disponible únicamente para unos pocos privilegiados), podremos ver como cada calibre se fabrica internamente y se somete a los estándares del Poinçon de Genève, el sello que certifica la excelencia de los acabados y el rendimiento. Allí, los relojeros de la casa trabajan en una dirección muy clara: que la creatividad, la libertad y hasta un punto de locura sigan siendo el motor de su reloj más especial.

Treinta años después de su fundación, Roger Dubuis ha querido rendirse homenaje a sí mismo… ¿Qué razón hay para que alguien no pueda homenajearse a sí mismo. Y ya puesto a homenajearse, lo ha hecho con una creación muy especial: la Serie Limitada Hommage La Placide, una pieza tan única y exclusiva como elegante y especial.
Un tributo al maestro que lo empezó todo
El nombre “La Placide” era el apodo del señor Roger Dubuis cuando apenas era chaval y formaba parte de los scouts. Lo conservó toda su vida, y quienes lo conocieron bien recuerdan con cariño en él «un carácter tranquilo, amable y sabio». Ese mismo espíritu late hoy dentro del nuevo Hommage La Placide: un reloj que no solo celebra los 30 años de la Maison, sino también el legado humano y profesional de su fundador.

Esta serie limitada a solo 28 ejemplares combina piezas auténticas de los primeros movimientos de la marca con componentes remanufacturados según los estándares actuales. Cada uno de estos relojes encierra tres décadas de historia condensadas en un solo calibre, el RD1472, que fusiona lo mejor del ayer y del hoy de Roger Dubuis.
Calibres con historia: del RD14 al RD1472
Todo comenzó con el calibre RD14, presentado en 2004, el primer movimiento automático desarrollado íntegramente por la Maison. Para esta edición, cada calibre ha sido restaurado con mimo: se revisaron sus componentes, se sustituyeron piezas desgastadas y se reforzó su precisión con una reubicación completa de los ejes de las ruedas.

Después, la manufactura añadió el módulo RD72, estrenado en 1999, conocido por su complicación de calendario perpetuo. Una de las favoritas del señor Dubuis. Esta complicación muestra el día, la fecha, el mes, los años bisiestos y las fases lunares, con un diseño que combina dos ruedas en forma de estrella —una de 12 y otra de 48 dientes— para representar el tiempo de un modo casi poético.
Al unir ambos movimientos, nació el RD1472, el corazón del Hommage La Placide. En su interior laten 307 piezas y 15 técnicas de decoración artesanal, entre ellas el biselado con herramientas, el perlado, las Côtes de Genève o el pulido de puntas. A eso se suma un rotor de oro rosa de 18 quilates de nueva creación que hace brillar el movimiento con una elegancia casi hipnótica.
Una esfera que cuenta su propia historia
El diseño de la esfera del Hommage La Placide juega con cinco niveles superpuestos, cada uno con su propio acabado. En el borde, el realce luce un cepillado circular con revestimiento de rodio; los calendarios, en nácar, brillan con bordes biselados a mano; y la placa principal, en un tono “Leman Blue”, rinde homenaje al lago de Ginebra que el joven Roger Dubuis veía cada día camino de sus clases de relojería.

En el centro, el icónico indicador birretrógrado, una de las complicaciones favoritas del maestro, marca el calendario con dos agujas que recorren las escalas semicirculares hasta volver al cero con un salto limpio, casi teatral. Y como toque final, las fases lunares reposan sobre una base de aventurina azul con lunas curvas en oro amarillo de 18 quilates.

Todo ello se encierra en una caja de 38 mm en oro rosa, acompañada por una correa de piel azul intercambiable con la hebilla original de Roger Dubuis. Es un reloj pensado para coleccionistas, pero también para soñadores: una pieza que late al ritmo de la nostalgia pero, por supuesto, también al ritmo de nuestro tiempo.

