BlancPain actualiza su modelo más clásico con esferas inéditas, correas intercambiables y un rotor calado en oro.
En el universo Blancpain, Villeret es la línea que mejor resume la historia, los valores y la visión de la manufactura Suiza. Como recuerda Marc A. Hayek, presidente de la firma, “el Villeret encarna la esencia misma de Blancpain”.
Cada nuevo detalle, por mínimo que parezca, se trabaja con la misma delicadeza con la que se trata una pieza heredada. Y es que, para el lector ajeno a su historia, Villeret fue la comuna suiza del cantón de Berna, situada en el distrito administrativo del Jura bernés, donde Jehan-Jacques Blancpain se registró oficialmente como relojero en 1735.
Esta temporada, la colección abre un nuevo capítulo con tres reinterpretaciones que combinan historia, tecnología y emoción.
Tres relojes, 16 versiones y una misma filosofía
Esta nueva entrega de Villeret propone tres modelos icónicos en 16 versiones diferentes que respetan la identidad de la colección, pero la enriquecen con nuevos tonos, proporciones más refinadas y mecanismos a la altura de la Alta Relojería suiza.
Los tres protagonistas son:
- Un modelo automático de tres agujas con fecha (40 mm)
- Un calendario completo con fases de luna (40 mm)
- Un calendario con fases de luna en formato más pequeño (33,20 mm)
Cada uno está disponible en versiones de acero inoxidable o en oro rojo de 18 quilates, con esferas marrón dorado o opalina granulada, y correas intercambiables en nuevos tonos como miel, azul grisáceo o beige nubuck.
Detalles que marcan la diferencia
Blancpain ha querido mejorar Villeret desde dentro, sin romper su armonía exterior. Las cajas han sido rediseñadas con perfiles más esbeltos, biseles más finos y coronas más amplias que mejoran la ergonomía sin sacrificar presencia. Las asas, también renovadas, se adaptan mejor a la muñeca.
Las agujas, más delgadas y con inserciones luminiscentes, ofrecen una legibilidad mejorada. Y los números romanos en oro de 18 quilates tienen ahora superficies satinadas y biseles pulidos que captan la luz con una elegancia discreta. Como gesto distintivo, el clásico número “12” ha sido reemplazado por el logotipo “JB”, un homenaje al fundador Jehan-Jacques Blancpain.
El regreso poético de la luna
Hablar de Blancpain es hablar de su complicación más emblemática: la fase lunar. Más que una función, es una firma estética y simbólica. En estos nuevos modelos, la luna aparece en un disco de cerámica, con un rostro humano aplicado en oro abombado y satinado, alojado en una abertura más amplia que potencia su presencia.
Es la misma luna que ayudó a resucitar la relojería mecánica suiza en los años 80, cuando la casa apostó por la tradición frente al avance de lo electrónico.
Corazón mecánico con alma artesanal
En el interior de cada modelo late un movimiento automático manufactura, decorado a mano según los códigos de la Alta Relojería: Côtes de Genève, biselados y acabados minuciosos. El nuevo rotor calado, en oro satinado con bordes pulidos, revela el corazón mecánico de cada pieza.
Además, los modelos de 40 mm integran correctores de calendario patentados bajo las asas —activables con el dedo— que permiten ajustar la fecha y la fase lunar sin dañar el mecanismo. Una solución tan cómoda como invisible. Por su parte, los modelos de 33,20 mm conservan los correctores clásicos en la carrura y añaden versiones engastadas con diamantes.
Pero… ¿Qué pasó con este reloj en los años 80?
En plena crisis de la relojería suiza, cuando los relojes electrónicos amenazaban con dejar obsoleta la tradición mecánica, Blancpain apostó por el arte de siempre: engranajes, acabados a mano y complicaciones poéticas. En 1983, su reloj con fases de luna se convirtió en un símbolo de resistencia y autenticidad. No solo desafió la tendencia digital, sino que marcó el inicio de una nueva era para la Alta Relojería. Ahora, ese mismo modelo renace con nuevos acabados, manteniendo intacto su ADN.