Historia de una marca: Martini, el cóctel que ha trascendido, siglo tras siglo, la política, el cine y la literatura

Texto: Armando Cerra

Conoce la historia del brebaje turinés más famoso del mundo que ha traspasado generaciones y fronteras convirtiendo el cóctel de Martini en todo un icono de distinción y buen gusto.

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Las vermuterías se han convertido en el nuevo plan perfecto para el fin de semana. Sin embargo, no hay nada nuevo bajo el sol. Son muchos los historiadores que atribuyen el origen del vermú al griego Hipócrates (el mismo del juramento) aquel médico de la Antigüedad ya puso a macerar el vino con ajenjo y alguna otra planta aromática. Y eso solo fue el principio. Desde entonces, al vino se le fueron añadiendo más especias y tonos vegetales para crear combinaciones cercanas a la idea que poseemos actualmente del vermú.

No obstante, hubo que esperar a fines del siglo XVIII e inicios de la siguiente centuria para que tal bebida se asentara y se le diera una presentación industrial. Surgieron diversas marcas en Francia y sobre todo al norte de Italia. Allí, en el Piamonte, coincidieron Alessandro Martini y el artesano Luigi Rossi. Juntos, iban a crear en 1863 el Martini, el vermú por excelencia.

Desde sus orígenes, ansiaban que su licor fuera distinto al resto. Buscaban algo único, hasta podría parecer que soñaran con crear el elixir de la sofisticación. Y lo cierto es que lo lograron, ya que a día de hoy tomar un Martini es beberse la elegancia a sorbos.

Querían alejarse del amargor que caracterizaba los vermús de la época y experimentaron hasta hallar un sabor más complejo y agradable a la par. Para ello harían infinidad de mezclas hasta que paladearon la fórmula perfecta. Perfecta y secreta a día de hoy. Solo unas pocas personas la conocen y sus más de 40 ingredientes en sus proporciones exactas es un enigma guardado bajo siete llaves en la caja fuerte de un banco de Suiza.

El éxito fue  inmediato. Los paladares de Europa quedaron seducidos por el Martini y la marca se consolidó al mismo tiempo que cosechaba todo tipo de galardones internacionales. Y antes de que acabara el siglo XIX ya se consumía con frenesí en las grandes ciudades europeas y norteamericanas gracias a una extensa red de distribución.

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John D. Rockefeller, Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, Ernest Hemingway, Luis Buñue, Marlene Dietrich, Sinatra… y hasta James Bond. Un distinguido club de amantes del rey de los cócteles: el dry martini.

En el caso de España, el epicentro de Martini era Barcelona, donde además acabaría abriendo una vermutería pionera: el Petit Torino, ampliado más tarde con el Café Torino que le daba sabor y vitalidad al efervescente Paseo de Gracia donde se estaban levantando al mismo tiempo algunas de las obras maestras de la arquitectura modernista.

Sin duda la historia ha sido injusta con Luigi Rossi, e incluso más con un tercer socio llamado Teofilo Sola. Es Alessandro Martini quién ha pasado a la posteridad. Pero es innegable que la sonoridad cosmopolita del apellido y la exquisitez de su sabor ya forman un tándem indisoluble e identificable en cualquier rincón del planeta. Una marca única, que no vende vermú, proporciona glamur y hasta belleza.

Y por si fuera poco, con el tiempo se sumó otro factor para convertir a la bebida en mito. El vermú, y en especial las distintas botellas de la marca (rosso, bianco, extra dry…) siempre han sido un ingrediente perfecto para elaborar cócteles.  Solo con unas gotas del vermú italiano se incorporan sabor y distinción. Aparecen en el negroni o el manhattan. Y por supuesto también está presente en el refinado dry martini.

Sea agitado o mezclado, el dry Martini se ha aprovechado del renombre de la marca. De hecho en muchas ocasiones se le llama sencillamente Martini. Pero su origen no está vinculado con la destilería piamontesa. Nació en los Estados Unidos, aunque no se puede asegurar con certeza ni dónde, ni cuándo.

Se especula con que ocurrió en un bar del pueblo de Martínez, en plena bahía de San Francisco. Ahí el barman comenzó a mezclar cuatro partes de ginebra con una de vermú a lo que se sumaba unas gotas de cereza marrasquino, más un refinado detalle en forma de corteza de limón y culminaba la obra con una aceituna. Aunque también hay quien dice que lo creó un tal Mr. Matrini que servía copas en el Club Knickerbocker de Nueva York.

Da igual fuera uno u otro. O que esté descrito en un libro de cócteles de 1862, cuando ni siquiera Martini & Rossi había descubierto la fórmula definitiva. Ese toque legendario no hace más que incrementar su aura mágica. Lo único cierto es que el dry martini es una de las bebidas más famosas del mundo.

A ello han contribuido distintas celebridades como la televisiva Oprah Winfrey. Pero mucho antes que la presentadora, la bebida cautivó a personajes de las finanzas y la política como Rockefeller, Franklin D. Roosevelt o Winston Churchill. Aunque sin duda ha sido el cine y la literatura donde más hemos saboreado esta mezcla servida siempre copa cónica. Se lo hemos visto beber a Marlene Dietrich, a Sinatra o a Hemingway, aunque para ser justos estos dos últimos han hecho famosas muchas otras bebidas. También en el cine español, ha habido devotos del cóctel como Alfredo Landa o Buñuel. Y desde luego si hablamos de cine y martinis entonces hay que citar a Bond, James Bond. Aunque, curiosamente, el agente más british de todos los tiempos prefiere el vodka al gin. En cambio, lo que no perdona es que el vermú sea el original, el auténtico Martini.

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